Los aromas que percibimos nos permiten conectar con el mundo que nos rodea. Tienen la capacidad de aportarnos una gran cantidad de información, permitiéndonos distinguir entre situaciones o sensaciones agradables y desagradables.
Un olor puede ser capaz de trasladarnos a un lugar concreto, evocarnos un recuerdo, revivir sentimientos y emociones e incluso recordar a una persona. Esto es debido a que los seres humanos tenemos la llamada memoria olfativa, mediante la cual asociamos y creamos recuerdos vinculados a determinados olores.
Es por ello que los perfumes se encuentran presentes en nuestro día a día debido al olor fragante que desprenden, aportándonos una sensación agradable y de bienestar.
Cuando olemos una fragancia, las neuronas encargadas del olfato mandan señales al bulbo olfativo, área de nuestro cerebro encargada de llevar a cabo el proceso de identificar los olores percibidos.
A su vez, el bulbo olfativo se encuentra conectado con otras áreas importantes del cerebro. Una de ellas es la amígdala, responsable del procesamiento de las emociones; y la otra es el hipocampo, estructura cerebral especializada en la formación de recuerdos y la memoria.
Gracias a esta conexión entre redes neuronales podemos afirmar que existe una vinculación del sentido del olfato, las emociones y la memoria.
Esta es la explicación por la que un perfume es capaz de evocarnos un recuerdo agradable, por la emoción que nos despertó ya sea de un lugar concreto, de una persona o de una situación ocurrida en nuestro pasado.
Perfume y autocuidado
Usar un aroma que aporte a nuestro cerebro una sensación agradable, puede ser también una forma de autocuidado.
El autocuidado es una actitud de escucha hacia nosotros mismos para realizar de forma voluntaria y honesta algún tipo de acción dirigida a conservar la salud física, mental, social y espiritual.
El autocuidado debe adaptarse a tus necesidades, por ello es único y diferente en cada persona. Además puede variar de un día a otro.
No se trata de llevar a cabo únicamente la acción con un fin en sí misma, es más bien disfrutar el proceso a través de las sensaciones agradables y de bienestar que nos aporta.
Practicar el autocuidado nos ayuda a mejorar nuestra autoestima, ya que nos estamos dedicando tiempo a nosotros mismos y a satisfacer nuestras propias necesidades. También permite conocernos mejor porque requiere preguntarnos qué es lo que necesitamos en un momento determinado y lo que nos gusta hacer.